viernes, 2 de septiembre de 2011

Los objetos de la verdad




por Mario A. Villar

Esta reflexión trata acerca de si los objetos (las cosas) existen y de cómo la pregunta por la verdad de una proposición puede llevar a una respuesta a esa primera pregunta.
La cuestión de la verdad, por lo menos en la teoría de la correspondencia, parece en parte definida por la aceptación previa de la existencia de objetos materiales . Ello debido a que con los objetos ya tenemos con qué contrastar las proposiciones sobre el “mundo exterior” o sobre aquello que está separado de nosotros. Sin embargo, ¿qué pasaría si empezáramos por la pregunta por la verdad?
En tal caso deberíamos contrastar algunas proposiciones con aquello que percibimos por los sentidos para atribuirles verdad o falsedad. La contrastación no podría ser realizada con objetos, pues nuestro único acceso al mundo son los sentidos .
Una posibilidad es decir que si percibo un pizarrón (P) y puedo formar una imagen mental o representación del mismo, entonces la proposición que dice “hay un P” es verdadera.
Es verdad que percibo un P, aunque no pueda fundamentar que existe un P más allá de su “ser” percibido . No necesito multiplicar los entes, no tengo porque afirmar que mis sentidos me permiten conocer un objeto que está ahí, en el mundo exterior .
La capacidad de los sentidos para dar información acerca de un “mundo objetivo” es, cuanto menos, limitada. En realidad se podría decir que se trata de una información que puede ser falsa; aunque su falsedad pueda resultar de utilidad o ser funcional.
Russell dice “daré por sentado que la percepción, a diferencia del juicio, nunca yerra; o sea que siempre que percibimos algo, lo que percibimos existe, al menos en la medida en que lo estamos percibiendo.” . Considero que esto no se contradice con que la percepción en sí pueda ser falsa en el sentido que el cerebro modifica o modela aquello que llamamos percepción, siendo ésta un conjunto percepción y representación (P+R), sin embargo creo que tiene razón si se dice que no hay un criterio de verdad que pueda imponerse.
En la revista NewScientist, del 14 de mayo de este año, se publicó una nota bastante informativa al respecto. Allí se indica que características de nuestro sistema visual incluyen un parpadeo cada cinco segundos, aunque no notamos los apagones porque el cerebro los edita.
También se informa que en nuestra retina hay un centro más denso, de un milímetro aproximadamente, de células foto receptoras, donde se produce la mejor visión posible, pero a sólo diez grados de este centro la visión es del veinte por ciento del máximo.
La nota explica que los movimientos sacádicos ocurren tres veces por segundo y que durante esos movimientos la persona está ciega y, consecuentemente, hay cerca de cien milisegundos en que el cerebro no está procesando información.
Otra cuestión importante con relación a estos movimientos oculares es que atento a que una persona realiza ciento cincuenta mil movimientos sacádicos por día, el sistema visual está “fuera de línea” por un total de cuatro horas por día (sin sumar los parpadeos).
En esas cuatro horas no hay percepción, sin embargo el cerebro construye una continuidad que no existe.
¿Por qué hace esto el cerebro? Es para que tengamos una representación del mundo parecida a como es o porque la mayor parte de ese mundo está en nuestra propia mente .
A su vez, el cerebro predice el futuro, pues tiene que calcular la posición de una percepción para un momento posterior al que percibe, por ejemplo una pelota que se acerca al sujeto es representada en una posición distinta a la que se la percibió y se la procesó como información en el cerebro.
Según esta investigación en NewScientist el cerebro predice el futuro en unos doscientos milisegundos. Por lo cual no es una precepción del mundo actual, sino una representación de cómo debería ser el mundo cuando la persona tiene que actuar, una representación de donde va a estar la pelota cuando la tenga que atrapar.
El delay del cerebro en procesar la información lo compensa con la predicción del futuro. Pero si el aparato de percepción por excelencia es una reconstrucción permanente cómo puedo afirmar qué es reconstrucción y qué es percepción real.
Volvemos al viejo problema de Berkeley de que nada que no se apercibido puede existir, pero en su sentido relevante se puede decir que si lo percibo no puedo afirmar que existe. Igualmente creo que el trasfondo del artículo de divulgación científica citado es que las cosas existen, aunque nadie las percibe como existen (percibimos reconstrucciones).
Considero que, en este contexto, las proposiciones “si no lo percibo no existe” y “si lo percibo no puedo afirmar que existe”, sólo quieren decir que “lo perciba o no, ello no es una razón suficiente para que pueda decir que existe como materia u objeto”.
Esta es una restricción propia de un concepto de verdad limitado a los sentidos y a la representación mental. Si no es percibido, mi mapa mental no lo incluirá, pero esto no quiere decir que sea la única clase de “carta de navegación” posible, aunque tampoco puede afirmarse que esas otras cartas están disponibles o que pueda identificarse la carta “real”.
Incluso para una postura que sostiene que las cosas existen materialmente y que existirán aun sin ser percibidas, se presenta el problema de que si no puedo percibir a P mi mundo proposicional no lo va a tener en cuenta y para él no existe (ahora).
Si luego lo percibo, o recibo información confiable de que existe, siempre habrá existido (desde que existe), pero recién desde entonces mi universo mental lo podrá tener en cuenta en sus cálculos; en su mapa del mundo.
En este sentido, tanto el que se basa en sus P+R como el que sostiene que los objetos materiales (O) existen, se basan en una P+R. El primero sostiene que sólo puede decir que existe esta P+R y el segundo afirma que existe P+R+O. Pero ninguno puede probar que exista O. La aceptación de su existencia o no de O es una decisión metodológica. Algunos aceptarán que existen y otros que es útil hacer cómo si existieran.
¿Por qué una teoría que tiene un elemento más y que es indemostrable (ahora) debe ser preferida? Si tomáramos los desiderata metodológicos de una teoría parecería que debe elegirse a la postura P+R por ser más simple, pero, también, que debería elegirse a P+R+O por ser más informativa.
Este segundo desiderátum se vincula con el problema del error. Sin la posibilidad de error no hay un método de solución de controversias entre distintas Ps+Rs
En la teoría limitada a P+R no puede haber error, salvo que pueda incluir alguna forma de error de percepción o de representación, pero para ello se necesita algún observador externo, el cual tendría las P+R correctas.
Para que sean correctas debe tener un criterio de verificación externo a su propia P+R. Debe ser Dios o ser tomado como fuente de autoridad o tener la fuerza para imponer sus Ps+Rs.
Una opción es la de aceptar la existencia de objetos físicos independientes de nuestras percepciones y representaciones.
Si adoptamos esta convención (los O existen o hacemos como si …) hay lugar para el error de las Ps+Rs y de la verdad o falsedad de las proposiciones acerca de ellas.
Sin embargo, esta convención no puede aceptar más que su mínima expresión, pues se trata de algo indemostrable, de lo indemostrable, la menor cantidad y lo menos indemostrable, lo que está más cerca de aquello que constituiría la base de nuestras P+R . Sí a los objetos materiales, no a los inmateriales, no a los fantasmas, no a los espíritus, no a las esencias, no a las deidades, etc.

Por la pregunta directa por la verdad llegamos a la convención acerca de la existencia de los objetos materiales (P+R+O) como una opción teórica útil. Aunque resulta más compleja, es más informativa y permite excluir más mundos posibles que la opción P+R, haciendo posible resolver controversias acerca de las verdad de las proposiciones contradictorias derivadas de P+R.




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